La pandemia y el teletrabajo, obligado en muchos casos, pone de actualidad algunos comentarios que hice en mi libro "Cómo aumentar salarios sin pagar más euros", porque hasta hace poco era muy frecuente escuchar por parte de las empresas y sus directivos valoraciones del tipo: “es el primero de llegar y último en marchar”, “está más horas aquí que en su casa”, poniendo de manifiesto que seguía siendo un valor muy apreciado el número de horas que pasábamos en nuestro puesto de trabajo.
Como manifestaba en mi libro, mi amigo Fabiá Mohedano, defensor de la reforma horaria y de la
necesidad de un tipo distinto de vida para todos nosotros, cosa que nunca le
agradeceremos lo suficiente, se tira de los pelos cada vez que oye expresiones
como estas, desgraciadamente aún muy escuchadas.
Y es que la cultura presencial genera contrasentidos con matices de oximoron como el “absentismo presencial”. Porque se puede estar sin estar, o simplemente estar físicamente pero en un estado de total desconexión con la empresa, sea porque se está buscando un nuevo reto profesional, porque nos encontramos en un estado de clara desmotivación, o por cualquier otro motivo. En casa o en la oficina.
En cualquier caso, se ha desmontado completamente, aunque sea porque no había más remedio, el antiguo paradigma de que la productividad va asociada a las horas y aun más, a las horas que pasamos en el puesto de trabajo presencial.
Realizar llamadas telefónicas personales innecesarias, leer el periódico, leer revistas online, alargar la pausa del café, consultar el correo electrónico personal, interrumpir constantemente a los compañeros de trabajo con charlas ajenas al mismo o simplemente navegar por internet para pasar el tiempo, son ejemplos que encontramos demasiado a menudo.
La cultura presencial como único valor, nos condena irremediablemente al paro y basta pensar en la cantidad de puestos de trabajo que según todos los expertos van a desaparecer en los próximos años, porque van a ser simplemente substituidos por máquinas, sistemas o “cosas” conectadas a internet, para entender la necesidad del cambio.
La pandemia nos ha hecho ver que se puede teletrabajar en muchos casos y por lo menos ha servido para que muchos incrédulos bajen de su posición enrocada en la presencialidad, sin mas remedio que admitir que al final las cosas no han ido tan mal, y con el reto de empezar a practicar una política de confianza frente a una política de control.
Cuidado porque no todo es bueno y el aprendizaje sobre el terreno y en equipo no lo podemos perder, pero desde luego, sí es posible mantener la productividad teletrabajando un buen porcentaje del tiempo, ahorrando desplazamientos, embotellamientos, contaminación y estres.
Os invito a la video-conferencia, mesa redonda, que daremos por ZOOM el dia 1 de Junio próximo a las 16 h, en el ámbito de las actividades que realizamos el Grupo de Trabajo de gestion de Personas del Colegio de Ingenieros Industriales, en la que abordaremos el tema desde la óptica del empleado y del directivo, viendo casos en los que un responsable teletrabajando dirige a un equipo presencial, casos mixtos y casos en los que todos trabajan a distancia.
saludos
Francesc
Totalmente de acuerdo contigo y con Fabián! Yo he sido un convencido de estas tesis y predicador durante 25 años de los beneficios del teletrabajo bien entendido y bien aplicado. Lamentablemente tuve pobres resultados, especialmente si lo comparo con lo que la pandemia ha conseguido un mucho menos tiempo. Pero sea como sea, por fin se ha entendido y aceptado, y sólo faltará ahora adoptarlo como algo normal, y en la justa medida, adecuada para cada caso (cada empresa y cada empleado). Seguiremos luchando por esta cultura de la confianza frente al control, y por hacer de este un mundo cada día un poco mejor, y especialmente pensado en el bienestar de las personas, y ya puestos del planeta también ;-)
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