Algunas afirmaciones relacionadas con las capacidades de la inteligencia
artificial generan, a mi entender, una
gran inquietud, aunque paradójicamente también brindan cierta tranquilidad.
Por un lado, me preocupa que se le atribuyan a la IA unas capacidades que aún
no tiene, anticipando un futuro que no es del todo una realidad (después me
explico) y por otro me tranquiliza ver que muchas de las competencias de las
personas parecen ser, de momento, inalcanzables para las máquinas.
Cuando digo que aún no son realidad algunas de las posibilidades que se
atribuyen a la IA , como que no soy un experto, debo remitirme a los que lo
son, y es que recientemente en una conferencia de la NIT DE LA ROBÓTICA de los
Ingenieros Industriales, el doctor Guillem Alenyà, experto en robótica
asistencial y director de L’INSTITUT DE LA ROBÓTICA I INFORMÀTICA INDUSTRIAL DE
LA UPC, expresaba con detalle en qué punto se encuentran algunas de las
investigaciones de su equipo, como la del robot asistencial que puede dar de
comer con cuchara a enfermos dependientes, y lo lejos que se encuentran aun de
poder replicar el comportamiento preciso de un asistente humano que haga lo
mismo.
Y es que entre paciente y asistente existe un lenguaje holístico, difícilmente digitalizable en su integridad, que tiene que ver con miradas, gestos, expresiones, reacciones o sonidos, de forma individual o combinados, que las máquinas están aún lejos de interpretar con precisión.
Eso hace que ese ejercicio, realizado por el robot, aunque muy parecido a
como lo haría un asistente humano, observado en detalle, tiene muchos defectos
que el Dr. Alenyà se atreve a calificar como tan importantes que aun tardaremos
años en conseguirlo, aunque aparentemente, a los neófitos, viendo el video, nos
parezca que ya lo tenemos.
En cuanto a lo que me tranquiliza en favor de los que no somos máquinas y lo
que nos distingue de ellas, me hago la reflexión sobre si una máquina es capaz
de hacerse preguntas que nos hacemos los humanos, que son complejas y requieren
un razonamiento abstracto y contextualizado.
Creo que todavía hay desafíos para desarrollar sistemas que sean capaces de
hacerse ciertas preguntas complejas y abstractas.
¿Por qué caen las manzanas?, se preguntó Isaac Newton, o, ¿Cómo puedo transmitir
la voz a distancia?, se preguntó Graham Bell.
Unas preguntas que necesitan vivencias e inquietudes propias de los humanos
y que tienen que ver con cosas que nos preocupan y fruto, muchas veces, del
pensamiento global, complejo y a veces espontaneo que nos caracteriza.
Por otro lado, seguro que después de hacerse esas preguntas, si Newton y
Bell hubieran dispuesto de herramientas de IA, hubieran progresado más rápido
en sus investigaciones, porque la IA es un asistente de lujo. Pero es probable,
y espero que sea así siempre, que nos corresponda a nosotros hacernos las
preguntas adecuadas y nos ayudemos de las máquinas para darles respuesta.
Por este motivo, cuando escucho a empresas que sin saber muy bien para qué,
se plantean la necesidad de empezar a trabajar con inteligencia artificial porque
si no parece que van a perder ese tren, y con ello, competitividad, les
propongo que antes que nada se hagan las preguntas relacionadas con aquello que
les preocupa y que necesitan resolver: una alta rotación de personal, un bajo porcentaje
de efectividad en las visitas a clientes o en las ofertas comerciales, un
problema de mal clima en la empresa, un bajo nivel de desempeño en toda o parte
de la organización, o simplemente unos procesos farragosos, complejos y poco
fiables.
En todo esto les podrá, seguro, ayudar la IA de la misma forma que People
Analytics o Big Data está ayudando ya a grandes empresas a predecir en futuro
en temas relacionados con la gestión de personas.
En muchos casos, en los que me incluyo, la comprensión del concepto y la
idea en torno a la inteligencia artificial (IA) supera nuestra capacidad de
entender su complejo funcionamiento interno. Tenemos claridad sobre lo que queremos
lograr, pero a menudo nos resulta difícil descifrar cómo implementarlo. La
buena noticia radica en el creciente número de ingenieros e ingenieras
especializados en IA, auténticos expertos que dominan a fondo los detalles y
que pueden ser de gran ayuda si formulamos las preguntas adecuadas. La
colaboración con estos profesionales se vuelve esencial para traducir nuestras
aspiraciones en soluciones prácticas en el campo de la inteligencia artificial.
A nosotros nos corresponde, y es nuestro trabajo, ser capaces de hacernos
las buenas preguntas.
Saludos
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