viernes, 12 de enero de 2024

Entre Algoritmos y Emociones. La Frontera entre la Inteligencia Artificial y las Habilidades Humanas.

Algunas afirmaciones relacionadas con las capacidades de la inteligencia artificial generan, a mi entender, una gran inquietud, aunque paradójicamente también brindan cierta tranquilidad.

Por un lado, me preocupa que se le atribuyan a la IA unas capacidades que aún no tiene, anticipando un futuro que no es del todo una realidad (después me explico) y por otro me tranquiliza ver que muchas de las competencias de las personas parecen ser, de momento, inalcanzables para las máquinas.

Cuando digo que aún no son realidad algunas de las posibilidades que se atribuyen a la IA , como que no soy un experto, debo remitirme a los que lo son, y es que recientemente en una conferencia de la NIT DE LA ROBÓTICA de los Ingenieros Industriales, el doctor Guillem Alenyà, experto en robótica asistencial y director de L’INSTITUT DE LA ROBÓTICA I INFORMÀTICA INDUSTRIAL DE LA UPC, expresaba con detalle en qué punto se encuentran algunas de las investigaciones de su equipo, como la del robot asistencial que puede dar de comer con cuchara a enfermos dependientes, y lo lejos que se encuentran aun de poder replicar el comportamiento preciso de un asistente humano que haga lo mismo.


Y es que entre paciente y asistente existe un lenguaje holístico, difícilmente digitalizable en su integridad, que tiene que ver con miradas, gestos, expresiones, reacciones o sonidos, de forma individual o combinados, que las máquinas están aún lejos de interpretar con precisión.

Eso hace que ese ejercicio, realizado por el robot, aunque muy parecido a como lo haría un asistente humano, observado en detalle, tiene muchos defectos que el Dr. Alenyà se atreve a calificar como tan importantes que aun tardaremos años en conseguirlo, aunque aparentemente, a los neófitos, viendo el video, nos parezca que ya lo tenemos.

En cuanto a lo que me tranquiliza en favor de los que no somos máquinas y lo que nos distingue de ellas, me hago la reflexión sobre si una máquina es capaz de hacerse preguntas que nos hacemos los humanos, que son complejas y requieren un razonamiento abstracto y contextualizado.

Creo que todavía hay desafíos para desarrollar sistemas que sean capaces de hacerse ciertas preguntas complejas y abstractas.

¿Por qué caen las manzanas?, se preguntó Isaac Newton, o, ¿Cómo puedo transmitir la voz a distancia?, se preguntó Graham Bell.

Unas preguntas que necesitan vivencias e inquietudes propias de los humanos y que tienen que ver con cosas que nos preocupan y fruto, muchas veces, del pensamiento global, complejo y a veces espontaneo que nos caracteriza.

Por otro lado, seguro que después de hacerse esas preguntas, si Newton y Bell hubieran dispuesto de herramientas de IA, hubieran progresado más rápido en sus investigaciones, porque la IA es un asistente de lujo. Pero es probable, y espero que sea así siempre, que nos corresponda a nosotros hacernos las preguntas adecuadas y nos ayudemos de las máquinas para darles respuesta.

Por este motivo, cuando escucho a empresas que sin saber muy bien para qué, se plantean la necesidad de empezar a trabajar con inteligencia artificial porque si no parece que van a perder ese tren, y con ello, competitividad, les propongo que antes que nada se hagan las preguntas relacionadas con aquello que les preocupa y que necesitan resolver: una alta rotación de personal, un bajo porcentaje de efectividad en las visitas a clientes o en las ofertas comerciales, un problema de mal clima en la empresa, un bajo nivel de desempeño en toda o parte de la organización, o simplemente unos procesos farragosos, complejos y poco fiables.

En todo esto les podrá, seguro, ayudar la IA de la misma forma que People Analytics o Big Data está ayudando ya a grandes empresas a predecir en futuro en temas relacionados con la gestión de personas.

En muchos casos, en los que me incluyo, la comprensión del concepto y la idea en torno a la inteligencia artificial (IA) supera nuestra capacidad de entender su complejo funcionamiento interno. Tenemos claridad sobre lo que queremos lograr, pero a menudo nos resulta difícil descifrar cómo implementarlo. La buena noticia radica en el creciente número de ingenieros e ingenieras especializados en IA, auténticos expertos que dominan a fondo los detalles y que pueden ser de gran ayuda si formulamos las preguntas adecuadas. La colaboración con estos profesionales se vuelve esencial para traducir nuestras aspiraciones en soluciones prácticas en el campo de la inteligencia artificial.

A nosotros nos corresponde, y es nuestro trabajo, ser capaces de hacernos las buenas preguntas.

Saludos

Francesc

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