En las últimas décadas, hemos sido testigos de un cambio radical en el ámbito laboral, marcado por la entrada de los millennials y la Generación Z al mercado de trabajo.
Estas generaciones, moldeadas por la tecnología y el acceso a información global, tienen una perspectiva más holística de la vida y están redefiniendo las normas tradicionales del empleo.
Para ellos, trabajar para vivir es una filosofía central, en contraste con las generaciones anteriores, que a menudo vivíamos para trabajar.
Este cambio ha obligado a las empresas y a los departamentos de Recursos Humanos a replantearse cómo atraer, desarrollar y fidelizar a los/as mejores profesionales en un entorno laboral complejo.
Las generaciones previas, como los baby boomers, priorizaban la estabilidad económica y el progreso profesional como los principales objetivos de su vida. Sin embargo, las generaciones siguientes han transformado estas expectativas, buscando un equilibrio entre la vida laboral y personal, oportunidades para desarrollarse profesionalmente y, sobre todo, un propósito claro en lo que hacen. Para ellos, el trabajo es solo una parte de sus vidas y debe integrarse armónicamente con sus aspiraciones personales, familiares y sociales.
Personalmente, me parece que es como debe ser. Si volviera atrás, sin arrepentirme de nada de lo hecho, cambiaría algunas decisiones que tomé en su día priorizando el trabajo frente a otras cosas o simplemente mi actitud y estrés frente a problemas empresariales que, en el fondo, solo eran eso.
En mi libro Cómo aumentar salarios sin pagar más euros, comento un episodio que ocurrió durante una reunión en París con un alto directivo que abandonó el hospital de Beauvois con varios drenajes y otros dispositivos médicos para asistir al encuentro, ingresándose de nuevo esa misma noche. Como decíamos entonces, era una reunión "muy importante". Pero, en realidad, nada lo era más que su salud, puesta en riesgo en un derroche de entrega innecesaria que no hacía falta ni era, desde luego, un ejemplo a seguir.
Yo nunca llegué a tanto, pero bebí de esa fuente durante años y no era raro tener tres coches aparcados en tres aeropuertos distintos: el de Porto para ir y venir de la planta de Aveiro, el de Barcelona para volver a casa y el de París, Lyon o Madrid, que eran los sitios habituales de mis recorridos. Además, acumulaba un montón de billetes de avión comprados con tarifas cruzadas para conseguir mejores precios, de los cuales la mitad acababan en la papelera.
Afortunadamente, todo esto ha cambiado. Incluso los más activos y entregados no sacrifican sus horas de gimnasio o fines de semana, que son sagrados. Da risa pensar cuántos domingos por la tarde viajábamos para aprovechar las primeras horas del lunes en destino.
Hoy en día, las nuevas generaciones no se limitan a buscar una fuente de ingresos. Buscan una experiencia laboral que sea significativa y que, en muchos casos, esté alineada con sus valores.
Por eso, las estrategias de reclutamiento han evolucionado: las empresas necesitan comunicar claramente sus valores, misión y propósito para atraer a los mejores candidatos.
También el proceso de entrevista ha cambiado. Más allá de evaluar las competencias técnicas, es esencial entender las aspiraciones personales y profesionales de cada candidato para garantizar un encaje cultural adecuado, que permita construir relaciones laborales sólidas desde el inicio.
Aunque las competencias técnicas siguen siendo importantes, las nuevas generaciones han puesto un énfasis particular en habilidades blandas como la empatía, la creatividad, la colaboración y el pensamiento crítico. Estas habilidades son esenciales en un entorno laboral dinámico y colaborativo, donde los equipos trabajan en proyectos diversos y globales.
La flexibilidad es también fundamental.
Hoy se valora enormemente la posibilidad de elegir cómo, dónde y cuándo trabajar. Por ello, las empresas están adoptando modelos de trabajo remoto, horarios flexibles y, en muchos casos, políticas que promuevan espacios para la reflexión y el bienestar.
Un ejemplo notable es el de empresas como AGBAR, una empresa nada sospechosa de parecerse a una empresa de Silicon Valley con futbolín, que diseñó su nueva sede en el Paseo de la Zona Franca de Barcelona pensando en todas estas cosas y se ha convertido en un lugar muy deseado por técnicos y profesionales. O Cosentino, en Almería, que ha instalado mesas de reunión al aire libre con máquinas de café y refrescos, demostrando que el entorno laboral también influye en la motivación.
La transparencia y la comunicación frecuente son fundamentales para las nuevas generaciones, que prefieren trabajar en entornos donde puedan expresar sus ideas, recibir retroalimentación constante y sentir que sus opiniones son valoradas. Este enfoque requiere líderes con un estilo de gestión más colaborativo, basado en la escucha activa y la empatía.
Uno de los aspectos más destacados del cambio de paradigma laboral es la búsqueda de propósito. Estas generaciones priorizan empresas que tengan un impacto positivo en la sociedad y que estén alineadas con sus valores personales.
También es importante recordar que, aunque las nuevas generaciones están impulsando cambios significativos, las empresas cuentan con una fuerza laboral diversa, compuesta por personas de diferentes generaciones con valores y estilos de trabajo variados. Integrar estas perspectivas puede ser un desafío, pero también representa una gran oportunidad. Un ejemplo son algunas fábricas de automóviles alemanas que, con gran éxito, están constituyendo equipos intergeneracionales que suman y se complementan.
Hace unos días, coincidí en un restaurante con una pareja de jóvenes profesionales, ambos del área financiera. Ella llevaba una mano enyesada y me comentó que no había cogido la baja porque su equipo la necesitaba en ese momento de cierre del ejercicio. Que no se me malinterprete: no defiendo este tipo de sacrificios en general, y aunque recuerda lo que hizo aquel directivo en París, está a años luz de aquel caso, pero su actitud de compromiso me resultó admirable.
Tendemos a pensar que la búsqueda de propósito, flexibilidad y felicidad en el trabajo está en contradicción con la entrega y el compromiso, pero casos como este demuestran que no siempre es así.
Creo que el cambio es positivo.
Sin embargo, como siempre, hay quienes se pasan: personas que comienzan un nuevo empleo pensando ya en cuándo van a cambiar de puesto. Esto es especialmente grave en algunos colectivos, como el de los ingenieros jóvenes, un sector donde la demanda supera a la oferta. Según mi opinión, muchos malinterpretan lo que es una carrera profesional, saltando de un lado a otro sin consolidar ninguna trayectoria.
Abandonar un puesto antes de cuatro o cinco años, que es un periodo razonable tanto para el empleado como para la empresa, puede ser un error.
Así que, al margen de esos casos, bienvenida sea la nueva mentalidad conciliadora entre vida y trabajo, que supone, en el fondo, una oportunidad para que todos seamos más felices, algo esencial y básico si reflexionamos sobre el sentido de la vida y de qué va todo esto.
Saludos,
Francesc
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