sábado, 1 de noviembre de 2025

El Legado Islámico en la Ingenieria Moderna y reflexiones sobre la competitividad de Europa

Despues de unas vacaciones en Egipto este verano y de unos meses sin publicar en el blog, me permito introducir una reflexión más relacionada con la ingenieria que con las compensaciones. Primero porque me impresionó la historia y después porque en este caso me siento interpelado mucho más como ingeniero que como profesor, asesor o consejero en otras disciplinas.

Imatge que conté Cara humana, dibuix, a cobert, pintura

Pot ser que el contingut generat per IA no sigui correcte.

Y es que hace unos dias un buen  amigo me dejó y recomendó leer el libro "Islamic Science and Engineering" de Donald R. Hill, ingeniero e historiador inglés de la ciencia y la tecnología, que vivió en el siglo pasado. Una lectura que me ha hecho reflexionar seriamente sobre la evolución del mundo, el liderazgo de los paises y, en nuestro caso, el incierto futuro de Europa.

Todos los comentarios, citas y referencias que voy a incluir en este articulo tienen su origen pues en ese libro, y forman un breve resumen de lo que más me ha impresionado, especialmente despues de contactar intimamente con la civilización egipcia donde sin duda "empezó todo".

Ymaginemos un reloj que funciona con agua, decorado con figuras que se mueven solas y diseñado hace más de 800 años. No es ciencia ficción ni fantasía medieval, es ingeniería islámica del siglo XII, en una época en la que Europa aún despertaba de un letargo cultural cuando el mundo islámico ya diseñaba máquinas automáticas, planificaba ciudades con alcantarillado y construía cúpulas que desafiaban la gravedad.

La Edad de Oro del Islam, entre los siglos VIII y XIV, fue mucho más que una etapa de traducción de textos clásicos. Fue un laboratorio de ideas donde la matemática, la física y la mecánica se transformaban en soluciones concretas y, en lo que nos afecta a l@s ingenier@s, en excelentes soluciones de ingeniería.

Al-Juarismi (matemático persa del siglo IX, considerado el padre del álgebra), por ejemplo, no solo dio nombre al álgebra, sino que creó un método para resolver problemas que hoy se aplican en estructuras y algoritmos informáticos, y su obra fue traducida al latín convirtiéndose en un manual de referencia en muchas universidades europeas.

Pero si hay una figura que encarna la fusión entre ciencia y técnica, es Al-Jazari (ingeniero e inventor del siglo XII en Mesopotamia). En su tratado Libro del conocimiento de los ingeniosos dispositivos mecánicos, describe más de cincuenta máquinas, muchas de ellas automáticas. Relojes de agua, fuentes animadas, sistemas de bombeo y mecanismos de control de flujo que incorporaban válvulas, cigüeñales y ruedas dentadas. No eran juguetes, eran soluciones funcionales, diseñadas con precisión y belleza, y algunos de sus principios se redescubrieron siglos después en la revolución industrial.

De hecho, se ha señalado que Leonardo da Vinci conocía, directa o indirectamente, algunos de estos diseños, y se dice que su famoso dibujo del autómata caballero y sus estudios sobre mecanismos hidráulicos muestran paralelismos con los dispositivos descritos por Al-Jazari.

También Villard de Honnecourt (arquitecto e ingeniero francés del siglo XIII) incluyó en sus cuadernos dibujos de máquinas que recuerdan a las descritas en textos islámicos.

La ingeniería islámica no se limitó sin embargo a los dispositivos. Las ciudades del mundo islámico fueron diseñadas con una lógica que hoy llamaríamos sostenible. Bagdad, Córdoba, Damasco o El Cairo contaban con calles pavimentadas, baños públicos, fuentes y mercados organizados. El agua se distribuía mediante acueductos y norias, y el alcantarillado evitaba enfermedades. Todo esto en una época en la que muchas ciudades europeas aún dependían de pozos y letrinas.

La arquitectura estaba también plagada de ingeniería. Las mezquitas, madrazas y palacios no solo eran espacios religiosos o políticos sino también obras maestras en cálculo estructural. El uso de arcos, bóvedas y cúpulas permitía construir espacios amplios y resistentes. Además, se aplicaban técnicas de aislamiento térmico y acústico, y se utilizaban materiales como ladrillo, piedra y yeso con una comprensión avanzada de sus propiedades físicas.

En este contexto, también se documenta la influencia de modelos constructivos orientales, como los puentes chinos (estructuras en arco y ensamblaje sin clavos, desarrolladas desde la antigüedad), que fueron conocidos por ingenieros islámicos y, en algunos casos, adaptados a las necesidades locales, mostrando una capacidad de integración técnica que anticipa la ingeniería contemporánea.

Uno de los ejemplos más sorprendentes del legado técnico islámico es el de las ruedas hidráulicas conocidas como “Spanish wheels. Estas norias, perfeccionadas en Al-Ándalus, territorio islámico en la península ibérica entre los siglos VIII y XV, fueron utilizadas para elevar agua en sistemas de riego y abastecimiento urbano, y lo notable es que su diseño fue exportado a América, donde se han encontrado estructuras similares en varios paises, entre ellos Estados Unidos.

Estas ruedas, que funcionaban mediante energía hidráulica y aprovechaban el flujo de ríos o canales, fueron adaptadas por comunidades agrícolas en el continente americano demostrando cómo una tecnología desarrollada en el mundo islámico medieval pudo atravesar continentes y siglos.

La precisión fue otro sello del legado islámico en astronomía y geodesia, diseñando instrumentos como cuadrantes y esferas que permitían calcular posiciones celestes, distancias y orientaciones. Unos dispositivos esenciales para la navegación, la planificación urbana y la organización del tiempo.

Al-Biruni, científico persa del siglo XI, calculó con gran precisión la densidad de diversos materiales, la gravedad y la mecánica de fluidos, obteniendo resultados que, en muchos casos, coinciden con los valores actuales, como la densidad del mercurio (13,6) que él ya determinó hace más de mil años.

Ibn Sina, conocido en Occidente como Avicena (filósofo y médico persa del siglo XI), en sus estudios médicos y filosóficos abordó también la dinámica y la resistencia de materiales. 


La ingeniería moderna no nació pues en un vacío, sino que se alimentó de muchas fuentes, y una de las más importantes fue la ciencia islámica medieval. Su enfoque empírico, su vocación práctica y su capacidad para convertir el conocimiento en soluciones técnicas nos dejaron un punto de partida muy importante desde el que evolucionar.

Resulta paradójico y profundamente revelador que muchos de los territorios donde floreció esta ciencia, como Irak, Siria o Egipto, hoy figuren entre los países con mayores desafíos en desarrollo tecnológico y económico. Esta distancia entre el esplendor pasado y la situación actual invita a reflexionar sobre cómo se construyen y se pierden las condiciones que permiten a una sociedad liderar el conocimiento.

Una advertencia para Europa, que en un mundo liderado por la innovación de China y Estados Unidos, y con potencias emergentes invirtiendo con decisión en ciencia, tecnología e infraestructuras, corre el riesgo de quedar relegada a un papel secundario en la configuración del futuro.

Creo que sería suficiente, aunque no es poco, considerar las recomendaciones contenidas en el Informe Draghi sobre la necesidad de simplificar procesos administrativos reduciendo la burocracia, acelerar las concesiones para una transición hacia una energía limpia cuyos beneficios lleguen verdaderamente a los consumidores, diseñar una transición energética que no comprometa la competitividad de nuestras industrias, fomentar la producción local de componentes estratégicos, simplificar el marco regulatorio y fomentar las vocaciones STEM.

Estaremos de acuerdo en que la pérdida de liderazgo europeo en sectores estratégicos como la inteligencia artificial, la energía, la biotecnología o la exploración espacial no es una posibilidad remota sino una tendencia que ya se insinúa. Sin embargo, esta contienda no está perdida porque conservamos unos activos únicos: una sólida base científica, universidades de prestigio, talento diverso, una ciudadanía crítica y un modelo de sociedad que combina progreso con derechos.

Si logramos coordinar nuestras políticas, invertir con ambición y defender nuestros valores frente a la creciente ola de negacionismo y polarización, podremos no solo competir, sino liderar una forma distinta de innovación, más humana, sostenible y justa.

La historia de la ingeniería islámica nos recuerda que el liderazgo técnico no es eterno ni está garantizado. Requiere visión, inversión, educación, y una cultura que valore el conocimiento como motor de progreso, y, en ese terreno, sin duda,  la ingeniería europea tiene aún mucho que decir.

Saludos

Francesc

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