De hecho, como casi siempre, la mejor manera de no
equivocarnos o por lo menos de tomar las decisiones más objetivas, razonadas y
rigurosas, en definitiva con más probabilidades de éxito, es ser conscientes de
nuestras limitaciones y asegurarnos de que no estamos “atrapados” en nuestra
decisión por ninguna de las trampas clásicas. Vamos a ver algunas:
Una limitación humana muy frecuente es la “no acción”. Está claro que la sociedad y las empresas castigan más frecuentemente los errores por “comisión” que por “omisión” y esta es una de las razones que explican el gran poder de esta trampa.
Escribo esto justamente en un momento en el que grandes potencias se plantean una intervención en Siria. No sé qué pasará aunque probablemente cuando leáis estas líneas ya se sabrá, pero es seguro que algún presidente tiene más probabilidades de ser criticado si aprieta el botón que si no lo hace. Seguro que su naturaleza humana le está diciendo lo bien que estaría sin hacer nada y tomando el fresco en Camp David.
Para contentar el ejército y los fabricantes de armas
que se friegan las manos así como dar respuesta a la opinión de unos cuantos de
que el diablo está en Siria y hay que acabar con él, corre el riesgo de echarse
encima la crítica internacional y pasar a la historia como el instigador de una
masacre.
A pequeña escala nos pasa lo mismo en las empresas, grandes o pequeñas. La tentación a la no acción es muy fuerte y forma parte de nuestra naturaleza.
Esta reflexión conecta perfectamente con otra trampa
mental, igual de humana, que nos invita a situarnos en espacios y escenarios
conocidos. El análisis, la reflexión objetiva y el pensamiento lateral son
algunas de las técnicas para burlar esa tendencia.
Los primeros coches a motor se llamaban “carruajes sin caballos” y eran exactamente iguales a los anteriores carruajes substituyendo los caballos por la tecnología.
Más adelante alguien se liberó de estas ataduras y se
concibieron coches más en la línea actual.
Otra trampa que muchas veces nos hace ser malos directivos es dudar en actuar a causa de la dificultad en aceptar que se tomó una mala decisión contratando o comprando o desarrollando, cuando lo que debemos hacer, de inmediato, es despedir, vender aunque sea con pérdidas o abandonar un proyecto en el que ya hemos invertido muchos recursos.
Es la naturaleza humana, nos pasa a todos, pero hay que
vencerla en este caso con objetividad y decisión.
Muchas veces he pensado también que seríamos mejores directivos si planteáramos las cuestiones a nuestro equipo, a nuestros asesores o a nuestro consejo después de un trabajo individual arduo y concienzudo que nos llevara a tener una sólida opinión sobre lo que hay que hacer para después “escuchar” , comparar y reflexionar. Nos han educado en la cultura del trabajo en equipo y eso también nos ha “anquilosado” un poco. Ante un problema, lo exponemos, lo debatimos y decidimos, habiendo perdido la posibilidad de una visión objetiva y no “contaminada” por las opiniones de los otros, en muchos casos también “amenazadas” por todas estas trampas que estamos intentando vencer. Si pensamos en los grandes líderes de la historia reconoceremos situaciones en las que alguien sorprendió a todos a contracorriente, abriendo nuevos caminos y revolucionando todo.
Cuando Lincoln luchó por la abolición de la esclavitud lo más cómodo hubiera sido no hacer nada, ya vendrá otro, y hacer caso a los que decían que al desaparecer la mano de obra barata se hundiría la economía del país. Pocos se esperaban que aquella decisión fuera uno de los orígenes del verdadero despegue económico de los Estados Unidos gracias a la revolución industrial que surgió como respuesta a las necesidades de mejora de la productividad para remunerar correctamente a los empleados y al capital.
Siguiendo con nuestras reflexiones sobre lo que debemos
vencer para tomar buenas decisiones, no hay que olvidar la fuerza de las
propias convicciones que muchas veces nos orienta a encontrar argumentos
favorables para justificar algunas decisiones que ya, “inconscientemente” hemos
tomado.
Es humano y aquí la clave es compartir con el equipo y
darse cuenta de que puede estar pasando eso y reaccionar.
Ser conscientes de que pasan estas cosas, repito, es la
clave para vencerlas.
También es bueno reflexionar y ser conscientes (parece que los psicólogos tienen esto perfectamente demostrado) de que la naturaleza humana nos invita a tomar decisiones que muchas veces priorizan la minimización de las pérdidas frente a las expectativas de grandes beneficios. Esto es un clásico del juego de azar, pasa también en los negocios, y sin que nadie piense que soy un kamikaze del riesgo, estoy seguro que es un “ancla” que nos hace perder muchas oportunidades.
En otro ámbito... no os ha pasado que cuando estamos “embarazados” nos da la sensación de que hay más parejas esperando que nunca? O que después de ver uno de los escasos accidentes aéreos tenemos la sensación de que es un gran riesgo volar? Esta es otra de las ataduras inconscientes que en un momento dado nos puede hacer perder objetividad. Tendemos, por naturaleza, a atribuir probabilidades exageradas a sucesos poco probables por el hecho de que hemos estado cerca de uno de ellos.
Muchas veces he hablado sobre la figura del “tecno-manager”.
No os tengo que convencer de que las buenas decisiones aparecen pocas
veces de forma espontanea o por suerte y las más veces después de un riguroso
análisis de los escenarios, las probabilidades y las estimaciones y es
justamente este tipo de disciplina la que nos ayuda también a burlar las
trampas inconscientes que nos tiende a los humanos nuestra propia condición
humana cuando nos encontramos en el difícil momento de “decidir”.
Saludos
Post realmente muy interesante.
ResponderEliminaruna visión muy interesante sobre la no -acción
ResponderEliminarRajoy es el maximo exponente de la no-accion, esperemos que le llegue este articulo
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