Al leer el título de este post podéis pensar que me he vuelto loco y que soy de los que no han aprendido nada últimamente, pero os invito a seguir leyendo para que veáis que no es así.
Y es que ayer, en un periódico local de estos que anuncian principalmente pisos en venta “vendiendo” las vistas al mar y la piscina comunitaria, me encontré una agradable sorpresa y es que se anunciaban unos pisos destacando la zona ajardinada, el tipo de parquet a elegir (son pisos de nivel), la instalación completa de climatización frío – calor y “paredes de ladrillo”.
No os imagináis la alegría que me dio ver ese anuncio, a mí que me he pasado casi la mitad de mi vida profesional defendiendo la cerámica estructural, las tejas y los ladrillos, contra las agresiones de las paredes de cartón-yeso y las tejas de cemento pintadas que avanzan implacablemente arrebatándole el mercado de los tabiques, muros y tejados a los productos de arcilla cocida de toda la vida.
La batalla es dura y en su día, desde el gremio de ceramistas, se iniciaron agresivas campañas, incluso en televisión, con presos que se fugaban de las cárceles con un tenedor, porque las paredes “no eran paredes” y efectos similares, aunque siempre nos pareció que era una guerra perdida.
Viendo este anuncio destacando las virtudes del ladrillo en boca de un promotor pienso que aun hay esperanza.
En realidad no quiero hoy hablar de tejas y ladrillos, aunque siempre digo que es de lo único que puedo presumir de saber un poco, sino de los valores y de la reflexión necesaria en este momento de cambio profundo (aunque sea a la fuerza), para, espero, recuperar algunas cosas que se nos han perdido en los últimos años.
Hemos cambiado el espíritu de ahorro por el del endeudamiento y de eso tenemos todos la culpa porque cuando nos han puesto delante de las narices coches mejores que el nuestro, viajes que no nos podemos permitir y comunicaciones tipo “lo quiero lo tengo” nos ha parecido bien.
“Lo quiero, lo tengo”, enlaza con la cultura del esfuerzo. Todo es fácil si me lo ponen fácil sin pensar que alguien se queda el "marrón" cuando viajamos a Londres por diez euros sabiendo que el viaje vale veinte veces más.
Creo que hemos confundido “el estado del bienestar” con algo a lo que tenemos derecho en vez de algo que tenemos que ganarnos con esfuerzo.
El razonamiento es bien fácil y creo que indiscutible: yo no tengo “derecho” a ciertas cosas absolutamente superfluas mientras millones de personas no tienen el mínimo para subsistir. Pero ahí no hay negocio y es más cómodo mirar para otro lado. No podía acabar bien y ha sido necesario pegarnos el tortazo para darnos cuenta.
Esta semana me han propuesto dar una charla sobre los efectos de la reforma laboral en las empresas desde la óptica del empresario y del profesional. Hay mucho de qué hablar ahí: contratos, condiciones, despidos, indemnizaciones. Esperemos que los expertos no se equivoquen y a medio plazo ayude a la recuperación, pero una de las cosas que más me interesan de esta reforma, y aun queda mucho por legislar, enlaza con la idea de este post y es que se vuelve a hablar de la figura del aprendiz.
También en este tema habíamos confundido “explotación” y aprendizaje. No soy ajeno a que cada vez que hay una oportunidad para explotar a alguien, aparece más de un desaprensivo que practica el deporte, pero puedo asegurar, con conocimiento de causa y experiencia propia, que la figura del aprendiz es fundamental para la formación de buenos profesionales y que el hecho de que el salario vaya acompañando el aporte de valor mientras el/la joven se va formando es una de estas situaciones win-win que tanto buscamos en las relaciones empresariales.
Puedo asegurar también que la mayoría de empresarios que conozco, buenos empresarios, no ven en la figura del aprendiz una oportunidad para la empresa a corto plazo sino una necesidad para la formación de los profesionales del futuro que son la garantía del futuro de la empresa.
En Alemania lo tienen resuelto y no hace falta más que copiar.
Continuando con las “pérdidas”, también se han perdido los valores éticos por mucho que las escuelas de negocios nos han machacado durante años con lo de la “ética en los negocios”. Afortunadamente no todos los hemos perdido y nos cuesta no enfadarnos con la humanidad cuando nos pasan por delante ciertos casos de “éxito en los negocios”, o en la política.
Podríamos también hablar de la familia y los valores familiares, pero ni soy un experto ni me toca a mi hablar de este tema, aunque tengo mi opinión y creo que el tipo de vida en las grandes ciudades (sobre todo) y el estilo de ciertas empresas donde se confunde el “éxito” con sacrificarlo todo, no lo ponen fácil.
Yo me quedo con el ladrillo “de toda la vida” porque aunque al pobre lo hayan estigmatizado identificando su nombre con la cultura del pelotazo, la verdad es que nada tiene que ver con eso.
Saludos
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