Hace unos años me encontraba dirigiendo la filial ibérica
del grupo IMERYS y tenía bajo mi responsabilidad varias plantas de producción
de tejas cerámicas en España y en Portugal.
Para los que no conocen este mundo, de forma breve,
explicaré que la fabricación de las tejas empieza en la cantera, siendo la explotación
de ésta un factor absolutamente estratégico que condiciona la productividad de
la planta y la calidad del producto. Así pues, las arcillas, una vez
seleccionadas, y molturadas o no, según la tecnología, se estocan a la
intemperie o en grandes hangares a veces, como un preciado tesoro del que se va
haciendo acopio para la fabricación diaria.
Este estoc, que a veces equivale a la fabricación de un año entero (conviene que sea así porque la arcilla se va “pudriendo” y eso es bueno), se llama “la pila”, “el montón” o el “tas” en francés, término que dado el origen de IMERYS utilizábamos mucho en esa época.
Un día encontramos en el “tas” de la planta de Almansa una colilla...
Con gran tristeza entramos a recuperarla y retirarla del estoc antes de que se mezclara con la tierra y despareciera dentro del montón.
Los ceramistas saben lo que eso significa y el desprecio que supone para el oficio, para la empresa y para el resto de sus compañeros, por parte del “fumador” que la arrojó, que no ha calibrado (y si lo ha hecho es peor) el gran perjuicio que puede provocar esa mísera colilla en un montón de sesenta mil toneladas de arcilla.
Nunca encontramos al culpable (si hubiese sido un operario experto y consciente hubiera abandonado la empresa inmediatamente) pero lo denunciamos a bombo y platillo, explicamos a la gente lo que esa colilla podía provocar si obstruía las hileras de extrusión o que en el mejor de los casos sin obstruir nada iba a ser la causa de alguno o varios productos defectuosos que iban a provocar una gotera en algún tejado de alguien que confió en nosotros, y sobre todo apelamos al “espíritu” ceramista: el orgullo de hacer las cosas bien y el respeto hacia esa materia prima extraordinaria y maravillosa que alguien se había atrevido a profanar.
Es difícil explicarlo y que se entienda para los que no habéis paseado entre las arcillas, la sensación de nobleza del producto, su frescura, la calidad que se adivina al verlas en la cantera o una vez apiladas.
Y por eso es difícil también explicar la rabia y la
indignación que provoca un hecho así cuando alguien se atreve a ultrajar
aquello que veneras.
Algo así está pasando con la constitución, el derecho a decidir, o a disentir, la libertad individual para posicionarse respetando a los otros, la justicia.
En todos estos “montones” estamos viendo últimamente demasiadas colillas, con la salvedad de que en este caso sí que sabemos quién las arrojó... pero no parece que pase nada.
No sé si el ejemplo vale pero a mí me inspira.
La profunda desafección que se está produciendo en nuestro país tiene su origen en la desfachatez de esos “fumadores” y la pasividad de los “ceramistas”, sean políticos, jueces, policías, funcionarios, empresarios o trabajadores en general. En algunos casos me atrevería a hablar de negligencia, sobre todo por parte de aquellos a los que las urnas les han puesto el deber de poner orden y siguen sirviendo a sus partidos y guardando la ropa para asegurar la reelección.
Pero no son todos, seguro y es por eso que aun tengo esperanza.
Denunciémoslo por lo menos, seamos profesionales, hagamos
las cosas bien, recuperemos los valores de nuestros oficios y el orgullo del
trabajo bien hecho. Salgamos a la calle cuando toque, pero hagamos nuestra
pequeña revolución individual cada día.
Solo así sacaremos este país adelante.
Francesc
Muy poético Francesc, la verdad es que lo estaba leyendo con entusiasmo y la esperanza de ver donde quería llegar esa colilla, y como en las buenas películas me ha sorprendido el final. La verdad es que pienso lo mismo que tu, y me gustaría entrar en política para hacer limpieza desde dentro, pero me da la sensación de que es difícil.
ResponderEliminarUn abrazo, y yo seguiré intentando como tú que la gente no fume junto a la arcilla
Gracias Rafael
ResponderEliminarLa verdad es que no se si es poesía pero me ha salido así esa idea y me parece que refleja muy bien lo que siento. Recuerdo lo que decía un famoso misionero que como no podía arreglar el hambre en el mundo por lo menos alimentaba a cuarenta cada día y al dia siguiente se levantaba y cuarenta más.
Es algo así ... para no sentirnos absolutamente inútiles no?
un abrazo
Puedo comprender una pizca de este malestar.
ResponderEliminarPor educación no me gusta desaprovechar recursos, me parece un desprecio "al mundo".
Me recuerda el de los coches rayados con la llave. Qué ha ganado con esto el gamberro?
En fin...
Molt bé, Francesc, millores dia a dia com a assagista.
ResponderEliminarMoltes gracies Jordi.
EliminarSi tornem a Almansa ,que tornarem us convidaré una tarda a la posta de sol o pel mati a la sortida a visitar les boviles ... el silenci, nomes el vent,l'aillament, l'argila ordenada i neta. Entendras aquest sentiment que miro de transmetre.
fins aviat